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"EL BOSQUE DORMIDO"

Ayer regresaba casi al anochecer emocionada. En mi mano, llevaba una bolsa viva, y esa sensación es inexplicable, es sin duda emocionante. Miles de semillas de Bétula Celtibérica, se ocultaban en ella. "El Bosque Dormido" decidí llamarlas, porque las semillas, amigos, no son "algo", son "alguien", están vivas desde el mismo momento de su nacimiento y en su interior albergan ya una pequeña raíz latente, que espera pacientemente, unas condiciones precisas y exactas de luz, de temperatura y de agua, entre otras cosas, para abrir su envoltura, desgarrar, en este caso la samara, y lanzar su pivotante primogénita en inspección del mundo nuevo. Duermen en la tranquilidad de conocer su misión con exactitud, tan distantes en esto de los humanos, que nacemos contrariados en los desnaturalizados hospitales, impulsándonos a una vida que sin misión clarificada estará abocada a la zozobra del dar tumbos como si estuvieramos cegados, y en verdad lo estamos. Saqué mis semillas a un recipiente esterilizado, con el cuidado de quien acaricia a un bebé, arrullándolas, amándo eso que yo ya podía ver en ellas, un gran Bosque pionero abriéndose paso en tierra endurecida y hostil por el maltrato. Favoreciendo con la caía de sus hojas y semillas esa comida nutriente que va formando el suelo, volviéndolo fértil y generoso, generando el hogar para nuevas especies vegetales y animales. Entre los pájaros y animales de a pie, se correrá la voz de un bosque nuevo y no perderán tiempo en volar y correr hasta él, portando en sus estómagos, en su pelaje, semillas de múltiples especies. A esta diseminación se unirá también el viento, fuerte y capaz de cruzar largas distancias llevando en su regazo la simiente de la vida. Luego, cuando los robles y las hayas, los castaños y los fresnos, se hayan instalado y crecido, el abedular se irá replegando en su altura menor frente a sus nuevos compañeros, que captarán la luz al completo; y regresarán a la periferia del bosque, para seguir con su labor: lanzar a la voz del viento sus semillas volátiles y conquistar nuevos terrenos, ampliar los horizontes del bosque, en el tratado inmemorial de hacerlo infinito y omnipresente. Así de generosos son los Abedules, así de valientes.

Es conocimiento antiguo el saber que se riega con amor una planta, mucho antes de que comiencen los riegos de agua.

Noelia Velasco

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