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El Árbol que quebró la Roca

Cuando caminas por el Bosque con plena atención, se abre ante tí un mundo oculto a la mirada distraida, te sumerges en un nuevo lenguaje axiomático, donde cada pequeña planta y cada gran árbol, cada piedra y cada musgo que anida en ella, cada gota de agua reposando en una hoja, emiten una vibración sonora. La melodía del Bosque resuena y se extiende, hasta que tú mismo formas parte de ella.

En este estado de amplificación, descubrí a este joven Roble, que había logrado quebrar una roca inmensa. Pude sentir la anidación de su bellota, aparentemente inocua, delicada como toda simiente; y su extensión apical lenta, pero insistente, que con suma delicadeza, fue ahoyando una roca aparentemente firme e indestructible. La roca ofreció resistencia, pero el Roble nunca se rindió, ni ante la falta de tierra, ni en la escased de agua de la lentitud de los veranos, ni en la frialdad del invierno. De caracter elevado, casi lírico, con tendencia a la obstinación y simpatía a lo imperecedero, el pequeño Roble se engrandecía, provocando admiración en todo el Bosque. La nombré: "La Gruta del Gran Roble" y allí me engrandecí yo también, imantada por su coraje. A su temprana edad, ya era todo un árbol singular, camino de ser un maestro.

En silencio, junto a él, se puede escuchar: "También con suavidad y armonía, se pueden atravesar las rocas, no sólo con fuerza bruta".

©Noelia V.

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